viernes, 1 de febrero de 2013

De cómo para verlo bien, has de subir al tejado.

Sabemos que para tomar consciencia de algo, o de varias cosas, debemos tomar distancia. Pero decirlo es algo sencillo, y hacerlo se nos hace completamente imposible cuando nos vemos invadidos de pena, desesperanza, o lo que podríamos generalizar como "frustración" que es una palabra que define perfectamente la idea.

¿Y cómo podemos hacerlo, saliendo triunfantes y no caer en un vano intento?

Pues la palabra que define perfectamente al "alter ego" de la frustración, es "la compasión".
Pero la compasión como la entendemos normalmente no sirve. No es una cuestión de pena ni de lástima por alguien. La compasión Budista va mucho más allá de todo eso. Es en definitiva, la toma de distancia del sentimiento. El desapego de éste, para poder observarlo, como si de un objeto se tratara, como si pusiéramos bajo la óptica de un microscopio los sentimientos sean negativos o positivos, no hay diferencia alguna. Pues imbuirnos de los pensamientos positivos significa llegar al mismo sitio, a la frustración, cuando éstos cambian. Y todo cambia, así que cuando algo empieza a ir bien, es que está llegando el " ir mal" y vice-versa.

Así pues, observar con distancia la cuestión que nos oprime y ver sus imperfecciones, sus aristas, desde un punto de vista didáctico, nos va a servir para despegarnos del sentimiento y así poder sacar nuestras conclusiones mucho más eficientemente que si cegados por el dolor nos acostamos en un sillón, a "sentir" la sensación de pena que te embarga. Al fin y al cabo podríamos definir esto como "apego" a la pena, pues acabamos sintiendo una especie de "comodidad" -y quisiera que no se mal interpretaran mis palabras- que no te deja "escapar" de la idea. Es como cuando estamos con una ligera fiebre, producto de un catarro y en vez de levantarnos y mover el cuerpo, con lo que encontramos un poco de mejoría en los síntomas, nos acurrucamos con la manta y queremos que el mundo se pare. Para cuando nos queremos dar cuenta, el catarro nos ha invadido completamente.

Esta compasión a la que aludo, este sentimiento despegado que te hace mirar tus "sentires" y también los de los demás, no solo ayudan a "escapar" sino que resuelven lo "resolvible". Por supuesto, como dice Confucio, lo que no tiene solución no es un problema, es otra cosa diferente.

Y se que diréis que hablar es muy sencillo, que a ti o a ti os han pasado unas cosas que yo no he pasado, y tenéis razón. Lo sé por que a todos y cada uno de los navegantes les pasan cosas y son cada una de ella muy diferentes. Y si subimos un poco más la altura de la visión y nos vamos al tejado de nuestra casa a ver "el entorno" comprenderéis que a veces, mientras una persona está pasando "la fiebre" en el sofá de su casa, a Jimmy como le llaman sus compañeros, que podría tener uno o dos años más de vida por la hambruna que azota la vida de los niños en Zimbawe, le va a suceder en este mismo instante que una mina anitipersona le deje postrado en una cama, con lo que no pueda correr, cuando los soldados que recogen los "diamantes de sangre" vayan a su pueblo. Veis? sólo había que aumentar la distancia.

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