miércoles, 12 de noviembre de 2014

Buscando la verdad.

La búsqueda de la verdad es una de las metas que el ser humano siempre ha utilizado para poner nombre a las aberraciones que ha cometido a lo largo de la historia.
Pero... ¿Qué es la verdad?
La verdad es aquella respuesta que nos parece idónea para poder contestar a una determinada pregunta. Y en ese punto, la verdad nos viene muy bien porque nos ayuda a definirnos, a colocarnos a un lado u otro de las opiniones y sobretodo a quedarnos tranquilos.

Pero en determinadas cuestiones científicas y filosóficas (si, hoy en día la filosofía se adhiere con suma facilidad a la ciencia) la verdad no ayuda al ser humano más que a una pequeña evolución en el pensamiento lógico y una pequeña involución en la misma búsqueda, puesto que siempre acabamos obteniendo de esa verdad, más nuevas preguntas y casi ninguna respuesta.

Y llegando a ese punto filosófico en el que no vemos las propias búsquedas personales sino el camino recorrido por el ser humano en general, nos damos cuenta que la verdad no es más que una opinión, una moda, una tendencia que posiblemente sea cambiada en años venideros.


¿Y cuál es la verdad, entonces? ¿Qué somos en realidad? ¿Cómo empezó este universo, o el planeta, o el ser humano mismo? ¿Qué hay detrás de todo esto?

Y esas preguntas me las hice yo desde que tengo uso de razón. Me recuerdo leyendo un libro que tenía mi padre... "Enigmas del mundo" (o algo así). Y quedaba prendado de aquellas pirámides egipcias, de aquél Tiranosaurus Rex, haciendo alusión a la desaparición del dinosaurio, etc...
Y esas preguntas fueron las protagonistas de conversaciones, charlas a medianoche con amigos, y siempre que había una ocasión para imponer nuestra verdad a base de especulaciones muy, muy entretenidas.
Un día, no hace tanto tiempo, abrí un libro que en casi sus primeras páginas esgrimía:

                            LA ESPADA NO PUEDE CORTARSE A SÍ MISMA.



Y de repente me di cuenta que ya nada sería igual. De pronto cayó sobre mi como una piedra en mi cabeza algo así como "Ah, era eso!", y la verdad desapareció. La montañas volvieron a ser montañas.

EL ÓRGANO CONOCEDOR NO PUEDE SER OBJETO DE SU PROPIO CONOCIMIENTO.

Que es la traducción occidental de "la frase de marras".

A partir de ese momento, jamás he vuelto a ver una verdad ni una mentira, aunque a veces, cuando dejo de prestar atención a las ideas, sigo queriendo imponerlas.

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