domingo, 15 de agosto de 2021

Recordando al que ya no está, hacemos que viva de nuevo, por un momento.

 Paquito apareció en este mundo en medio de una posguerra cruel, donde no se podía decir lo que uno pensaba. El hambre se apoderaba de las voluntades y tuvo que abrirse paso como pudo, o como le dejaron. Sin una figura paterna y con una madre desdichada e iracunda por desamor, se vió forzado a construir un ego que aguantara las visicitudes con empeño. Se hizo a sí mismo.

Su padre, que nunca lo reconoció, era un escultor pichafloja que aprovechó las corrientes franquistas para hacerse un nombre entre el obispado. Uno de los personajes más ricos del lugar, sólo le regaló a su hijo unas clases de pintura y desagradable trato, mientras jugeteaba con su madre, hasta que vió otras nalgas que poseer. 

Fueron años duros, de robos en los mercados y pillerías en las calles de aquella ciudad que poco a poco se iba reconstruyendo con el sudor de los obreros. No en vano le apodaban en el barrio, "Paco el malo". Una vez jugando con unos paraguas le clavó uno sin querer a otro chico en la pierna, atravesándole el gemelo como un espadachín ensartando al oponente. No había piernas para tanto correr. 

Por suerte, por cuatro chavos empezó de aprendiz en una fundición y pocos años más tarde ya era un reconocido"mañá" (en argot, un hombre habilidoso, alguien que con pocas herramientas te arregla o construye cualquier cosa).

Y así, Francisco se hizo mecánico y montador. Su mente de obrero no le impidió buscar cultura y saber en los libros. Leía y leía mientras en su mente había una meta, un camino: formar una familia y ser lo que nadie había sido con él. Se casó con una inmigrante andaluza y consiguió el más absurdo de los odios de su propia madre. 

Marchó unos años a Argelia con su mujer, buscando más experiencia, más ahorros. Aprendió bien el francés y con su particular rostro pasaba desapercibido entre la multitud moruna. Unos años después con las mismas ganancias con las que se marchó, volvió a su querida ciudad, tan amada, para quedarse para siempre.

Tuvo dos hijos, orgulloso. Los adoró y cuidó. Pasó tiempo con ellos, encontró la formula para ser buen trabajador y buen padre. Siempre jugando, siempre riendo.

 Reformó toda la casa desde sus cimientos y la hizo a su gusto, poco a poco. Era su emblema, su bandera: su familia y su casa. Comprometido con los sindicatos y comunista de corazón, respetuoso con la libertad individual y con los derechos humanos, sin darse cuenta inculcó a sus hijos estos valores. Nunca hubo un golpe, nunca hubo un "por que yo lo digo". Su "leitmotiv" siempre fue el mismo, hasta su muerte: "hay que reírse". 

Mi padre era un personaje.




Estudió para presentarse como delineante en su empresa y lo consiguió. Su últimos quince años de trabajo los pasó en una mesa y con sus "Rotrings", dibujando proyectos, por los mismos cuatro chavos que cobraba montando o mecanizando máquinas.

Recuerdo los fines de semana, cuando nos despertaba con música, a ritmo de Kraftwerk, Vangelis, BoneyM, Bee Gees... Aquellos altavoces y amplificador alemán... Hasta para la música era un personaje alejado de la gente de su tiempo. Así, años después su hijo decidió que ser Dj no era una mala idea, lógicamente.

Cuando se jubiló se dedicó a sus nietos casi a tiempo completo. Digo casi, porque el resto del tiempo se dedicaba a manejarse con el "3D Studio Max", que es una aplicación para realizar modelos en 3D. Se hizo toda la casa dibujada y en tres dimensiones. Jugando con los nietos era un niño más, había que controlarle porque se dejaba llevar y cuando te dabas cuenta en vez de tres niños había cuatro. Siempre riendo, siempre riendo...

Luego, con setenta años vino la etapa de los origamis. Se empapó de todos los tutoriales en youtube y sólo hacia que llenar su casa de figuras de todo tipo y de rosas de papel que le regalaba a todo el mundo.

Más adelante apareció el Alzheimer y empezó una lenta cuenta atrás a veces divertida y otras no tanto, que acabó en una rotura de cadera, semanas antes de su muerte, a la edad de 89 años.

Lo olvidó casi todo, nunca olvidó mi nombre.


Mi padre se fué sin ruido, de puntillas, el 17 de Julio de 2021.

Este recuerdo por mi padre, hace que viva, una vez más, para reir, porque "hay que reirse".

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 “La vida sólo existe en este mismo momento, y en este momento es infinita y eterna, porque el momento presente es infinitamente pequeño; Antes de que podamos medirlo, ha desaparecido, y sin embargo existe para siempre …” — ALAN WATTS


8 comentarios:

  1. Que belleza de homenaje a tu padre, gracias por compartirlo

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  2. Maikeru, gracias por compartir este relato y estas palabras que salen de tu alma, me siento muy honrada de haber coincido en esta vida con un ser como tú.

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  3. Hola Maikeru,
    Qué bonito, y que suerte haber contado con alguien así.
    Yo he acompañado a mi madre, nos ha dejado hace dos meses, y era como la madre de Paco.
    Yo sufrí mucho por su culpa, era una persona tóxica, no conmigo en especial, con todo el mundo, era su forma de ser.
    Hace seis años le ofrecí mi ayuda para que se diera cuenta de que hería los sentimientos de la gente, y que eso no le traía nada bueno. Lo hice desde el afecto, no desde el reproche, y parece que algo caló.
    Hace dos años se le declaró un cáncer, y acompañarla ha sido un camino de maduración personal. Los dos mejores años de relación con ella.
    Venimos desnudos, y vulnerables, y nos vamos igual, desnudos y vulnerables. Al llegar necesitamos que alguien nos proteja y nos guíe. Yo me di cuenta de que ese era mi papel acompañarla y guiarla en ese tránsito, en ese irse de este mundo.
    Ella me hizo fácil acompañarla en el final: no lloró, y se fue yendo como vivió, con el mundo por montera.
    Me hubiera gustado tener un padre como Paco, claro. Mi historia familiar ha sido amarga, pero he aprendido que depende de nosotros cambiar de perspectiva, y aceptar la realidad, tal como es. Una vez aceptada, he tenido la suerte, o la intuición, de adivinar cómo transformar mi percepción de esa realidad. Y eso ha permitido que cambiara la realidad misma, mi relación con mis padres.
    Estos dos últimos años, este largo paseo de despedida, no lo cambiaría por nada.

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    1. Hola Sofos. Me ha gustado mucho leerte. No puedo entender realmente tu vivencia pero puedo intentar vislumbrar, por gente cercana a mi, ese tránsito vital con un familiar tan cercano que no encuentra su lugar en el mundo y desprende esa toxicidad dañina para ellos y los seres que la quieren. Creo firmemente que venimos a este mundo con nuestra humanidad para que el universo pueda conocerse desde nuestra perspectiva. Y en esa creencia, creo que hay caminos que son claramente descubridores de nuestra realidad, de nuestra naturaleza entitaria y universal. Y esos caminos suelen ser dolorosos, pero también muy esclarecedores y una vez comprendidos, insuperables.
      Muchas gracias de nuevo por tus letras. Un abrazo fuerte.

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  4. Siento tu pérdida y te doy un abrazo virtual. Sigo acordándome de las buenas personas y de las que tengo gratos recuerdos. Marcos D.

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