Después de, ya no sé cuanto tiempo, vuelvo a ponerme enfrente del teclado para deslizar "sin que se note mucho" algunas ideas que pasan por mi mente.
Pensemos en lo que está sucediendo, en los hechos que acontecen ahora mismo, en la masacre (más que cualquier guerra) que un día tras otro, está aniquilando la población.
La primera cosa que me viene a la mente es la poca relevancia que está teniendo en la cotidianeidad de las personas que no han perdido a nadie. Imagino un escenario parecido, en una guerra donde las bombas caen y la gente se afina en sótanos antiaéreos, para protegerse y no morir, y entre bomba y bomba los hosteleros, empresarios y en general las personas que tienen un especial interés en la economía, reclamando una solución, poder abrir entre bomba y bomba para salvar al país. Ridículo, verdad?
Por otro lado, pareciera que junto al virus se nos hubiera inoculado una especie de droga especial que nos hace quitarnos la mascarilla cuando estamos delante de un padre, un hijo o un abuelo. Incluso pudiera parecer que cuando estamos sentados frente a frente, en la mesa de una terraza, hay una barrera invisible que nos proteje, algo así como estar en un oasis donde el virus no puede alcanzarnos. Pero lo hace, en silencio, tardío y con nocturnidad, para no sólo afectarnos a nosotros sino matar a nuestros seres queridos.
Se podría decir que es un virus anti-egos, pues para luchar contra él, tienes que pensar en el otro como sano y en tí como contaminado. Esta es la única forma, no hay otra. La vacuna no va a salvarnos, los bares y la economía no va a luchar contra él, sólo vamos a poder ganar esta batalla pensando en nosotros como enfermos y en los demás como sanos, personas vírgenes a las que no hay que contaminar a toda costa.
Y es por este motivo, por el que estamos en la situación que nos encontramos actualmente:
Personas yendo a trabajar muy temprano sin mascarillas (puesto que no hay nadie cerca y no pensamos en que estamos dejando un reguero de babas por el aire), terrazas llenas de gente, eso sí, con el número por mesa que ha dicho el gobierno, dejando el sentido común fuera de uno. Somos de un infantilismo tal que estamos esperando una orden de arriba, tenga sentido o no, para agarrarnos a eso y poder después echar la culpa a alguien diferente a uno mismo.
Ese ego que nos mueve, al que alimentamos día a día es nuestro peor enemigo, y no el Covid. El virus acabará con nosotros tarde o temprano si no funcionamos como las abejas, todos en común y pensando en el grupo, pero los verdaderos asesinos somo nosotros mismos cuando nos quitamos la mascarilla, nos acercamos a nuestros seres queridos o pensamos que "nosotros no tenemos el virus".
Con esta entrada sólo quiero aportar mi granito de arena al elevado numero de voces que se están haciendo visibles en este momento para alertarte a tí, que éstás leyendo esto, en este preciso instante, para proporcionarte una pequeña nota de luz, un pequeño soplo de esperanza si te pones la mascarilla SIEMPRE, cuando salgas de tu casa. Ojalá cuides al otro SIEMPRE y que te des cuenta de que sólo de tu mano está que la persona que tienes enfrente no enferme, no muera.
Hemos perdido mucho, y a muchos. El siguiente puede ser tu padre, tu hermano, tu hijo.
CONSCIENCIA.